El reloj que adelanta (síndrome del domingo)

El domingo por la tarde, el reloj del salón parecía correr más deprisa. Ni había cambiado la hora ni se había estropeado: era su pecho el que aceleraba. Cada minuto olía a lunes. Pensó en “apurar el finde”, pero cuanto más se obligaba a disfrutar, menos podía.

Bajó a por pan. El panadero tenía un reloj viejo en la pared: la aguja adelantaba dos minutos. “Lo dejé así para llegar a tiempo”, dijo. “Al final corría más, pero vivía peor. Lo puse en hora y aprendí a salir antes”.

De vuelta a casa hizo su propio ajuste: apagó notificaciones una hora, preparó la mochila del lunes con música tranquila, escribió tres cosas que sí estaban bajo su control y una que podía dejar para más adelante.

El lunes llegó igual, pero sin morder. Su reloj volvió a marcar el tiempo real: el de una mente que no corre dos minutos por delante de su vida.

Moraleja: si tu reloj interno adelanta, no corras más; ponlo en hora con rutinas suaves la tarde anterior.

¿Los domingos se te hacen cuesta arriba? Hablemos.

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